El niño ha demostrado desplante para expresarse, inusual en nuestro precario medio verbal, pero esa cualidad no se destaca, tampoco su inteligencia.
Un canal le dedicó un programa vespertino completo, con llamadas telefónicas incluidas. El 90 % de esos mensajes lanzados al aire, a Miguelito lo sepultaron en vida, la condena era total, a un delincuente así hay que negarle la sal y el agua, era como decirle: tú no tienes derechos. Ninguno de esos llamados dijo que en Chile hay 300 mil niños que trabajan, que no asisten a la escuela, que el sistema los prostituye, que mendigan, y que otros mueren carbonizados en un recinto carcelario en Puerto Montt. Era la opinión de las bases santiaguinas de la burguesía nativa, de Las Condes para allá. Esas bases no se equivocan, los que yerran son otros.
En esta ocasión hablo de Miguelito, del niño marginado, del infante reprimido, carenciado de todo y condenado a todo. No hablo de Miguel, del Miguel de octubre que tanta falta hace hoy.


Buen tema creo que la violencia se relaciona de manera consistente con un trastorno mental. me gusta el tema
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